Sacó la tarjeta de crédito que Isabelle le había dado en su último cumpleaños, la misma que le había dicho que usara para mimarse a sí misma. Vanessa sonrió. Irónicamente, ahora la estaba utilizando para algo mucho más significativo: su futuro.
Una vez que pagó la cuenta, Vanessa se levantó y pasó junto a la mesa de Daniel y Isabelle. No hizo ruido, no hizo un gesto dramático, solo pasó a su lado con paso firme. Daniel ni siquiera la vio. Estaba demasiado absorto en su conversación para notar la figura de su esposa, que caminaba con seguridad, dejando atrás su vida de sacrificio.
Fuera del restaurante, Vanessa respiró profundamente, dejando que el aire fresco de la noche la envolviera. Ya no sentía que su corazón latiera al ritmo del miedo o la angustia. Sentía paz, una paz que hacía mucho tiempo había perdido.
Al llegar a casa, Vanessa se dirigió a su estudio, el único lugar donde podía tener el control de su vida. Se quitó los zapatos, se sentó en su escritorio y abrió su portátil. Creó una nueva carpeta titulada “Nueva vida”. Sabía que pronto su vida tomaría un giro radical, pero esta vez no sería por una traición; sería por su propia decisión.
