Me llamó desesperado:
“¡Papá! ¿Dónde estás?
¿Por qué no abres?
¿Qué es este letrero?
¿Qué hiciste?”
Respondí con calma:
—“Hijo, esa casa era mi sueño… no una obligación.
Si querías un lugar para vacaciones con 30 personas,
debiste comprarte el tuyo.”
Silencio.
Un silencio tan largo que supe que, por fin, había entendido.
✨ La verdadera lección
No vendí la casa por enojo.
La vendí por dignidad.
Porque un padre puede darlo todo…
pero no puede permitir que lo traten como si no valiera nada.
