Pero vayamos más profundo: su acción antiinflamatoria, impulsada por compuestos fenólicos, alivia enfermedades crónicas que afectan tu calidad de vida, como la artritis o la inflamación muscular. ¿Recuerdas esa rigidez en las articulaciones que te impide disfrutar de un paseo matutino? El tomillo relaja los músculos lisos y reduce el grosor, permitiéndote recuperar tu libertad de movimiento. Y no olvidemos su rol expectorante y antiespasmódico: fluidifica las secreciones bronquiales, calmando la tos irritativa y despejando las vías respiratorias congestionadas, como han confirmado ensayos clínicos en bronquitis aguda.
Nutricionalmente, es un festín: rico en fibra para combatir el estreñimiento y regular el frente intestinal, con calcio y fósforo que fortalece huesos y dientes, previniendo la osteoporosis que acecha en la madurez. Los susoxidantes combaten los radicales libres, reduciendo el riesgo cardiovascular al bajar el colesterol y mejorar el flujo sanguíneo. Para el corazón, que tarde incansable por ti, el tomillo es un protector leal, con beneficios prebióticos que nutren tu microbioma intestinal y elevan tu inmunidad. ¿Y el estrés que te agobia? Sus efectos relajantes, validados en infusiones, disipan la ansiedad y el insomnio, invitándote a noches de sueño reparador.
