La boda que nunca ocurrió

Daniel tardó meses en volver a hablarme.
Un año después, vino solo.

—Tenías razón —me dijo—. No sabía lo que costaba nada… hasta que lo tuve que pagar yo.

Hoy sigo siendo madre.
Pero también soy una mujer con límites.

Aprendí algo valioso:
💡 El dinero puede comprar lujos, pero nunca debe comprar respeto.

Y si alguna vez vuelven a casarse…
Será con amor.
Y con esfuerzo.

Como debe ser.