En ese momento supe que el pasado no había terminado conmigo.
Nos siguió, llamándome por mi nombre con voz temblorosa. La mirada de Emily nos miraba fijamente, con la sospecha a flor de piel. Intenté seguir caminando, sin querer que Jacob notara la tensión, pero Mark aceleró el paso y se puso delante de nosotros.
“Claire”, tartamudeó, “¿quién… quién es?”
Lo miré a los ojos. “Es mi hijo”.
Emily soltó una breve risa incrédula, pero Mark no. Sus ojos permanecieron fijos en Jacob, recorriendo cada rasgo familiar. Su cabello rubio rojizo. Los hoyuelos que solo aparecían cuando sonreía, iguales a los de Mark.
—Claire —susurró, apenas respirando—, ¿es… mío?
El aire pareció enrarecerse. Emily se giró hacia él, con el rostro pálido. —¿Qué quieres decir con «tuyo»?
Podría haber mentido. Podría haberme marchado y dejarlo atormentado. Pero después de cuatro años criando sola a Jacob, ya no quería esconderme. Levanté la barbilla. —Sí. Es tuyo.
