Paga la renta… o lárgate
Nunca imaginé que escucharía esas palabras de la boca de mi propio hijo.
Y menos en Navidad.
Y menos aún… frente a veinticinco personas.
La mesa estaba servida. El pavo aún humeaba. Las luces parpadeaban suavemente en el árbol, como si intentaran mantener viva una alegría que, en ese instante, se rompió para siempre.
—¡Paga la renta o vete! —gritó mi hijo—. Aquí nadie vive gratis.
El silencio fue inmediato.
Alguien dejó caer un cubierto.
Sentí todas las miradas clavadas en mí.
Mi nuera fue la primera en reaccionar. Se rio.
—A ver cómo sobrevives sin nosotros —dijo, levantando su copa.
