Mientras guardábamos las cosas y preparábamos a los niños, llegó un último mensaje:
“Si quieren salvarla, no llamen a la policía.
Solo abran la puerta correcta.”
Y ahí estaba el mensaje:
las tres llaves.
Tres puertas.
Tres posibilidades.
Una sola salida.
Nos miramos en silencio.
Sabíamos que, al amanecer, nuestras vidas ya no serían las mismas.
