Amelia la miró con desconcierto. ¿A qué se refiere? Al patrimonio de tu madre, su parte en la corporación, los fondos familiares, las propiedades, todo lo que estaba destinado para ella. Los ojos de Amelia se abrieron de par en par. está diciendo que sí, querida. Isabel nunca perdió sus derechos y ahora tú eres su heredera. Leo, que había estado jugando en un rincón con un pequeño ajedrez de bolsillo, levantó la cabeza.
Entonces, yo también tendré una familia grande. Elena sonrió con ternura. Claro que sí, mi amor. Ya eres parte de nosotros. Esa noche, al volver a su modesto departamento, Amelia apenas pudo dormir. La idea de convertirse de pronto en parte de una de las familias más ricas e influyentes del país era abrumadora. Miró a Leo, que dormía plácidamente a su lado, y sintió tanto miedo como esperanza.
“Mamá, ¿de verdad seremos ricos ahora?”, preguntó él somnoliento antes de cerrar los ojos. Amelia le acarició el cabello. No lo sé, hijo, pero lo más importante es que quizás por fin tengamos una familia. El día de la prueba llegó. Se tomaron muestras de ADN en una clínica privada. Una semana después, los resultados confirmaron lo que Elena había sentido desde el primer momento.
El parentesco entre Amelia y la familia. Bans era indiscutible. 99.9% % de coincidencia”, anunció el médico. Elena abrazó a Amelia con lágrimas en los ojos. “Bienvenida a la familia querida.” Pero no todos compartían su alegría. Julián permanecía de pie junto a la ventana con gesto sombrío. “La prueba confirma el parentesco.” “Sí”, admitió, “pero eso no significa que tenga derecho a la herencia.
