” Elena lo fulminó con la mirada. “¿Qué quieres decir?” Isabel se fue por voluntad propia. Renunció a todo cuando abandonó esta casa. Nunca firmó un documento de renuncia, replicó Elena. Y tú lo sabes. El hecho es que estuvo 30 años sin contacto. La ley puede interpretarlo como abandono. Amelia se sintió atrapada en medio de la tensión.
Tal vez, tal vez no debería involucrarme en asuntos de herencia. No digas tonterías, respondió Elena con firmeza. Eres parte de esta familia y tienes derechos. Julian apretó los labios. Derechos que valen miles de millones de dólares. Una motivación perfecta para cualquiera que quiera aprovecharse. Amelia se levantó indignada. No soy una impostora.
No estoy aquí por dinero. Eso lo veremos, dijo Julian fríamente. Beatrice ya está investigando. Amelia parpadeó confundida. ¿Quién es Beatriz? Mi esposa, respondió él. Y no dejará piedra sin remover para descubrir la verdad. Beatrice Bans era todo lo opuesto a Elena, donde la anciana transmitía calidez y elegancia discreta.
Beatriz mostraba un porte altivo y una frialdad calculada. Rubia, de sonrisa impecable, pero distante, era hija de un juez influyente y tenía contactos en los más altos círculos sociales y legales. Su unión con Julian había sido estratégica y ambos se complementaban en ambición y desconfianza.
