No se trata de justificar lo que ocurrió.
No se trata de minimizar el daño.
Se trata de no permitir que el rencor nos posea.
Perdonar en silencio no busca aplausos ni reconocimiento. Es un acto interno, profundo, que sucede cuando comprendemos que cargar con el odio nos destruye más que la ofensa misma.
Dostoyevski sabía que el resentimiento prolongado se convierte en una prisión. Y que, muchas veces, quienes nos dañaron ya siguieron con su vida… mientras nosotros seguimos atados al recuerdo.
Alejarse no es huir
Aquí aparece la parte más polémica: alejarse para siempre.
Muchos lo llaman cobardía. Dostoyevski lo llamaría lucidez.
En sus novelas, los personajes que más sufren son aquellos que permanecen donde ya no hay respeto, verdad ni amor. Permanecer en un vínculo roto, solo por costumbre o miedo, es una forma lenta de autodestrucción.
